Ya hemos dicho que el tabaquismo es básicamente una adicción farmacológica a la nicotina y a los otros componentes del humo de cigarro (es por ello que resulta tan difícil y estresante abandonarlo) pero además de una dependencia física, crea también otros hábitos de índole psicológica tales como actos reflejos involuntarios, tics nerviosos etc. que varios han señalado con el nombre de “ritual del fumador”, en el sentido de que crea patrones de conducta más o menos automáticos e identificables como parte de un ritual que se repite consistentemente de una u otra manera en los fumadores de todo el mundo, independientemente de sus países de procedencia y bagaje cultural intrínseco. Los movimientos y gestos de un fumador antes, durante y después son inconfundibles y se repiten una y otra vez con cada cigarrillo, pero hay una mejor manera de mostrar el grado de encadenamiento psicológico al que puede llegar el tabaco.
Gran parte de
los síntomas y malestares que experimenta el fumador privado repentinamente de
su hábito –esto se conoce como “síndrome de abstinencia”- son de orden
estrictamente psicológico y pueden ser claramente diagnosticados como tales:
depresión, ansiedad excesiva, irritabilidad y mal humor y otros estados de
ánimo alterados atribuibles a la necesidad física que el fumador requiere
satisfacer. Todos ellos son fácilmente identificables y constituyen un claro
indicador de que el hábito del fumador ha dejado de ser un simple placer cotidiano
para convertirse en una dependencia en
forma que requiere mucho más que la simple fuerza de voluntad para dejarla.
Cuando se llega a este punto, es hora de buscar ayuda profesional, pero, ¿cómo
es posible evaluar y eventualmente tratar su hábito? Siga leyendo para conocer
la respuesta.
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